El abuso emocional, del que venimos hablando en las anteriores entradas de este blog, produce en la persona una fuerte herida. Ya que esta, en vez de recibir amor (aprecio, apoyo, impulso…), encuentra agresión, extorsión, manipulación…
En el fondo, esto significa que la persona que sufre abusos es, al menos en cierta medida, expulsada de la zona segura que para todo ser humano han de suponer las relaciones interpersonales.
Así, cuando alguien recibe desprecio, abandono, insultos o violencia allí donde esperaba encontrar afecto, ánimo o reconocimiento, algunas de las reacciones más habituales (no sabiendo bien cómo encajar la situación) son el repliegue, el enmascaramiento, el endurecimiento afectivo y la retracción interpersonal. Estas reacciones constituyen, sin duda, formas de supervivencia; no obstante, en realidad pueden conducir a un agravamiento de la situación.
¿Por qué? Porque el remedio para una herida debe proceder del mismo nivel o ámbito en que se produjo. En base a esto, si una persona ha sido abusada emocional y sexualmente por un familiar, es en la familia donde debe encontrar su primer apoyo; si alguien ha sido abusado por un miembro destacado de una institución, asociación o empresa, el apoyo y antídoto eficaz -y de justicia- que reciba, habrá de proceder de esta misma institución, asociación o empresa.
En todo caso, no hay posible resiliencia ni afrontamiento fructífero y constructivo de la herida por abuso si no existe una zona de seguridad personal donde la víctima pueda volver a sentirse a salvo, querida, fuerte, segura… Y este contexto de protección siempre lo proporcionará una persona o una comunidad de personas.
De hecho, el acompañante está llamado siempre a ser un “lugar seguro”, que permita al otro -a través de su afecto incondicional- recuperar la filautía y, poco a poco, su autoestima. El acompañante y, si es posible, una pequeña comunidad o red comunitaria básica con la que la persona pueda vivir de nuevo la experiencia de ser querida, cuidada y valorada son más importantes y más urgentes que cualquier terapia o protocolo que se pongan en marcha.
Por tanto, la clave terapéutica que está en la base del proceso de sanación es: promover una experiencia intensa en sentido contrario a la que le afectó y hundió.
Para saber más:
“Acompañamiento de heridas interiores”: https://institutodafamilia.es/producto/acompanamiento-de-heridas-interiores/
“Gestionar la afectividad”: https://institutodafamilia.es/producto/gestionar-la-afectividad/