El CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) investiga y publica periódicamente, entre otras muchas cosas, cuáles son las principales preocupaciones de los españoles y en qué medida inquietan. En las últimas encuestas siempre el paro (con un 59,8%), los problemas económicos (con un 28,7%), la sanidad (con un 19,8%) y la corrupción política y los problemas políticos (con un 16,9%) aparecen como los temas que más inquietan. Lo llamativo no es esto, sino precisamente caer en la cuenta de lo que apenas inquieta o de lo que no inquieta nada.

Así, los problemas de la juventud inquietan a un 1% de los encuestados, los problemas relacionados con la mujer a un 0,5% mientras que los problemas o necesidades relacionados con los mayores, con las parejas o con las familias ni siquiera están contemplados en los resultados.

Puede que no inquieten estos ámbitos porque se juzgue que no presentan especiales problemas. Pero mucho nos tememos que la raíz de la no inquietud se debe a la falta de sensibilidad social para estas cuestiones que, en última instancia, se refieren al ámbito personal y familiar.  Y no creo que sea porque, a nivel particular, las personas no se preocupen de sus familias. Se trata, más bien, de un termómetro colectivo muy bien reflejado luego en los temas recurrentes de los discursos políticos. Nos parece que el resultado de la encuesta refleja más una mentalidad dominante y un discurso oficial que una realidad.

La verdad es que, si tenemos a la vista la soledad de muchos mayores y la falta de atención a sus necesidades, los crecientes atentados a la dignidad e igualdad de la mujer, la falta de propuestas educativas (fuera de las regladas y las deportivas) para la promoción de los adolescentes, el creciente y abismal número de rupturas de pareja y de matrimonios, con el dolor y vulnerabilidad que trae todo ello, podríamos decir que estamos ante una situación de urgencia comunitaria. Se está acelerando la deconstrucción de lo comunitario, un destejerse del entramado familiar y, tal y como lo refleja la encuesta, con una ceguera colectiva respecto del fenómeno. El resultado ya es la situación por la que las personas concretas quedan inermes ante las suscitaciones, manipulaciones y seducciones del poder económico.

Así las cosas, ahora lo revolucionario, lo contracultural, la auténtica resistencia al poder capitalista, lo realmente contestatario e irreverente consiste en promover el cuidado a las personas concretas, de sus relaciones y el cuidado de sus “nichos ecológicos” comunitarios y familiares, los últimos reductos de vida auténticamente humana. Más allá está lo mecánico, lo estructural, la barbarie.

Fuente de los datos:  https://www.epdata.es/datos/principales-problemas-espanoles-cis/45

 

 

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