¿Has tenido alguna vez la experiencia de que el coaching se “queda corto”? ¿No has tenido la sensación de que el coachee te pide mucho más que aprender y poner en marcha un modo de afrontar una situación o necesidad concreta?
El coaching, desde Gallwey, Whitemore o Leonard, se ha presentado como un eficaz método de aumentar el potencial de personas y grupos, de reducción o afrontamiento de obstáculos y de incremento del rendimiento. Resplandece el coaching, en cualquier ámbito en el que se aplique (deportivo, empresarial, personal…) como un instrumento eficaz -y en verdad lo es- de liberar el potencial y la eficiencia de personas, empresas, equipos….
Previo a la aplicación del método GROW, o similares, el coach tiene que descubrir cuál es la necesidad fundamental del coachee para centrar en dicha necesidad el objetivo de cambio mediante un plan adecuado, un plan SMART.
Sin embargo, toda persona que se dedique profesionalmente al coaching, incluso en sus versiones más contundentes y pragmáticas como el coaching estratégico, descubre antes o después que, más allá de las necesidades concretas que se han se solventar, asoman necesidades personales o grupales profundas. Y que más allá de la necesidad concreta, de la capacidad concreta o del contexto concreto en el que está el coachee hay otros factores clave para entender el “para qué” del objetivo y de la acción que se sitúan en un nivel más hondo. Al final, se descubre que los valores personales, la libertad, el argumento vital, el sentido de vida de la persona, su proyecto de vida o su madurez e integración son factores clave. Por tanto, tras los cambios de nivel primero siempre asoman cambios de nivel dos, cambios profundos, que tienen que ver no sólo con transformaciones exteriores sino con modificaciones profundas en la propia persona.
¿Qué consecuencia trae esto? Repensar el coaching desde la antropología para redimensionarlo. Y este dar de sí del coaching es lo que podemos llamar “acompañamiento”, dotando a este concepto coloquial de un sentido riguroso y preciso. El acompañamiento, integrándolo, va más allá del coaching porque, frente al constructivismo del coaching -frecuentemente relativista- sitúa como criterio último la propia realidad de la persona. No es que la persona no construya relatos sobre su situación e, incluso, sobre sí misma. Esto, con ser cierto, no impide que más allá de la construcción conceptual de la persona hay experiencias de lo real y de sí mismo como real que son el criterio de funcionalidad o no de un comportamiento o de un pensamiento. Por eso, no toda opción u objetivo de un coachee, por muy deseado que sea por él, resultan valiosos, esto es, constructivos de su persona (sobre todo si el coachee no tiene suficiente madurez personal).
Repensar, desde esta perspectiva, el coaching, sin negar sus enormes aportaciones (¡importancia central de la pregunta, escucha atenta, hacer al coachee responsable de su vida, método para afrontar problemas…!), da lugar a un nuevo procedimiento, a un nuevo método y a herramientas mucho más potentes, más hondas y transformadoras. El coaching encierra en sí la semilla del acompañamiento.
Para quien quiera saber más:
Curso online: Más allá del coaching. www.institutodafamilia.es