El acompañamiento va más allá del coaching. Tiene unos horizontes de mucha más amplitud.
Acompañar supone salir al camino del otro para hacer parte del camino juntos de modo que el encuentro le sirva al acompañando para tomar la vida en sus manos. Cuidar no es sobreproteger y llevar las riendas del acompañado sino promover que sea él quien se levante y tome su propia vida, dándose un crecimiento en cuatro ámbitos:
- Crecimiento en el ser. No acompañamos ‘para solucionar problemas o para que el acompañado los solucione’ sino para que, actuando, crezca. Para eso, el acompañamiento lleva al acompañado al umbral del descubrimiento de su propia vocación, del para qué de su vida, de barruntar su propio camino y de tomar la decisión de recorrerlo por sí mismo.
- Crecimiento comunitario. Para ello, el acompañamiento es en sí un proceso de recuperación o renovación de la convivencia, de la capacidad de encuentro.
- Crecimiento en el compromiso. Vivir es aprender a desvivirse por aquello que merece la pena. Lo valioso no se descubre sólo como algo para admirar sino como los hitos que marcan el camino del propio compromiso. Los propios compromisos, las responsabilidades que se asumen, son los que muestran la densidad y madurez de la propia personalidad. Acompañar supone poner al acompañado en el camino de comprometerse con algo y, sobre todo, con alguien. Nos comprometemos con ideales, pero sobre todo con personas.
- Crecimiento en el cuidado con el entorno. El crecimiento y la maduración personal nos llevan no sólo al compromiso y cuidado de uno mismo y de los demás sino también del entorno en el que vivimos: cuidado de las instituciones, cuidado de la naturaleza y de todo ser vivo, cuidado de la ciudad, cuidado de las propias cosas, cuidado de la empresa para la que se trabaja.
Estos son los cuatro ámbitos básicos en los que ha de cuidarse y ha de crecer el acompañado. Por eso, el acompañamiento, aunque incluye algunos de sus métodos y planteamientos, va mucho más allá del coaching.