En el ámbito de la psicología, el coaching y la mal llamada ‘autoayuda’ suelen promoverse, de vez en cuando, novedades, técnica, terapias o corrientes que se presentan como el ‘no va más’, como la aportación definitiva para lograr cierta superación, cierto objetivo o, sin más, para promover la vida feliz. Y, la mayor parte de estas veces, se presenta como novedoso lo que ya estaba inventado y practicado. En parte, es lo que ha sucedido con la aportación de Byron Katye, la escritora y conferenciante norteamericana, autora de grandes best seller, que presenta su método ‘The Work’ como el gran hallazgo para mejorar o cambiar la vida.

Hoy queremos hablar de este método por dos razones: como paradigma de esta actitud de promover cualquier novedad como la panacea, con desconocimiento de que se trata de algo hay existente, pero, en segundo lugar, por su utilidad en los procesos de acompañamiento y coaching.

Según ella misma cuenta, Katye encontró su ‘método’ tras haber pasado por una larga depresión. Y la clave de su ‘sanación’ vino tras tomar conciencia de que sufría porque quería que las cosas fuesen distintas a como son y que, en realidad los cambios los tiene que hacer uno mismo y no pretender que cambie lo que no puede cambiar.

Esto que, de modo empírico, descubrió y practicó Katye como la clave de sanación de su vida, en realidad está expresado de modo exhaustivo por Marco Aurelio, Séneca y Epícteto en los primeros siglos de nuestra era.

Para estos pensadores, sufrimos no por lo que sucede sino por lo que interpretamos que sucede. Por eso, ante las adversidades que no dependen de nuestra voluntad antes hay que cambiar el propio pensamiento que rebelarse contra los acontecimientos. Pero, en segundo lugar, esta actitud estoica ha sido desarrollada por la psicología cognitiva del siglo XX. Beck, Bandura y Ellis, desarrollando la vieja propuesta estoica, muestran que entre la situación o acontecimiento que sucede y las consecuencias del mismo (bien sean reacciones emocionales o nuestro comportamiento) se sitúan nuestros pensamientos o creencias. Por ello, una interpretación o creencia negativa da lugar a una espiral de desánimo y a comportamientos inadecuados (huida, tristeza, agresividad…). Por el contrario, una actitud positiva, una modificación de esta interpretación o creencias, mediante preguntas socráticas, trae como consecuencia un cambio afectivo y un cambio de comportamiento. Basado en ello el coaching ha desarrollado todavía más las preguntas que llevan a este necesario cambio cognitivo.

Todo esto, en una versión muy sencilla, es lo que propone Byron Katye en su método ‘The Work’, que se ha presentado, equívoca e ignorantemente, como gran novedad.

Pero, con todo esto, creo que merece la pena dar cuenta de dicho método por su sencillez y por su efectividad.

Para comenzar, hay que tomar nota de cuál es la situación que nos angustia o molesta o cómo juzgamos a una persona o a una situación que nos disgusta o que vivimos como obstáculo o amenaza. Se, trata, por tanto, de escribir de modo sucinto una frase que describa aquello que nos duele y provoca afectos negativos.

A partir de este momento, el método se desarrolla en dos partes:

  1. A partir de la frase negativa, le aplicamos cuatro preguntas para poder ver con más claridad la situación, para tomar distancia de la propia situación:
    • ¿Es verdad?
    • ¿Tienes certeza absoluta de que es verdad?
    • ¿Cómo reaccionas cuando crees ese pensamiento?
    • ¿Quién serías sin el pensamiento?

Hay que dar tiempo para que las respuestas emerjan con sinceridad.

  1. Llevamos a cabo una inversión de la frase en la que expresamos pensamiento negativo sobre el otro (o sobre la situación). Hacemos una triple inversión: pasamos el pensamiento de negativo a positivo, invertimos la dirección del pensamiento (del otro a mí o de mí al otro) y, en tercer lugar, me lo aplico a mí mismo. Para cada una de estas frases buscaré tres ejemplos en los que ocurre.

Así, por ejemplo, si mi pensamiento sobre mi relación con el otro es “Luis no me escucha” hago tres afirmaciones contrarias, dándome cuenta de qué parte de realidad tienen: “Luis me escucha” (lo cual será cierto al menos algunas veces), “No escucho a Luis” (he de buscar momentos en que ocurre esto), “NO me escucho a mí mismo” (también encontraré ejemplos en que ocurra así).

De este modo, desactivo mi pensamiento negativo y, por tanto, cambio mi forma de sentir y actuar. A continuación, me preguntaré qué es lo que no quiero volver a experimentar y también a qué sí estaría dispuesto en adelante. Esto permite, sin duda, una buena regulación afectiva y un cambio de comportamiento.

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