En todo proceso de acompañamiento se pasa por el momento en que el acompañado (o acompañados) expresen qué es lo que perciben como realmente importante, que digan cuáles son sus valores. Los valores son lo que orienta el comportamiento de personas y grupos. ¿Pero qué sucede cuando alguien no capta un valor o no capta su importancia? Aunque los valores son objetivos, es decir, existen independientemente de la persona, su captación es subjetiva, por lo que se puede dar la situación de que mientras que una persona lo capte otra no. Por ejemplo, existen varones que, por (mala) educación no ven el valor de dignidad o de igualdad respecto a él que tiene una mujer. Hay otros que no ven que la agresividad sea un disvalor o que no valoran en la práctica la propia relación familia, o prefieren que haya orden a que haya amor.

Como estos fenómenos pueden ser la raíz de muchos conflictos familiares y matrimoniales, conviene conocerlos para saber manejarlos adecuadamente.

La primera causa que impide la captación de los valores es la llamada ceguera axiológica o ceguera para lo importante. En realidad, nadie tendría una ceguera absoluta porque esto supondría una persona que tiene que actuar sin sentido, sin orientación, sin preferencia, lo cual es imposible: toda persona lleva a cabo su vida eligiendo, y toda elección supone que se prefiere algo, que una opción es más relevante o importante.

Lo más habitual es que se produzca una ceguera relativa, inducida culturalmente o en función de algún bloqueo psicológico. Se trataría, por tanto, de un durmiente axiológico. Así, por ejemplo, se puede dar en una persona machista, no educada en la música o sin formación en apreciar los Derechos humanos.

Frecuentemente esta ceguera axiológica está muy influida por el ambiente social, por la cultura, por la moral cerrada: se termina valorando como todos valoran en un determinado contexto social, sin disentir por miedo a la crítica. Conviene distinguir varios tipos de ceguera: 

  1. Ceguera absoluta para cualquier tipo de valor. En el caso extremo se da en personas cuyo orgullo desmesurado les lleva a excluir todo lo valioso, todo lo importante que no sea él mismo. Otro caso de ceguera se da en aquellos que, por un embrutecimiento hedónico, por vivir volcados en lo placentero ni siquiera son conscientes de los valores (por ejemplo, en personas con adicciones).
  1. Ceguera parcial para lo valioso. Se produce en personas que captan lo valioso, pero de forma parcial o deformada. Toman como normativo, como importante objetivamente, lo que no lo es, lo que es un mero valor de rango inferior o valor instrumental. Así, por ejemplo, quien da una importancia absoluta a la puntualidad, al orden material o la productividad, por encima de la dignidad de la persona, de la justicia o de la amabilidad. Se pueden dar los siguientes casos: 
    • Ceguera material por adhesión a una ideología o a una teoría. La ideología sustituye a la realidad e impide ver valores reales. Así, la aceptación de la filosofía de Nietzsche ciega para la compasión, o el utilitarismo produce ceguera para la generosidad.
    • Ceguera material debida a la tradición en la que se es educado y al tipo de educación o socialización familiar. Inicialmente, en la vida de la persona, muchos mandatos y prohibiciones proceden de los padres (aunque quien alcanza la madurez descubre finalmente la diferencia entre un mandamiento positivo de los padres o la sociedad y un deber moral). Si los padres o la sociedad presentan como aceptables acciones, opciones o ideas disvaliosas, se puede frustrar la captación del valor. Así, quienes son educados en la poligamia o en el desprecio a la mujer o quienes fueron educados en el desprecio a los judíos.
    • Ceguera formal para el valor ético. No se rechazan los valores morales, pero no se percibe su primacía, ni la grandeza de una gran personalidad moral (no perciben, como afirmaba Scheler, la grandeza del santo, del genio, del héroe o del inventor técnico). Por ello, pueden valorar más los valores extra-morales que los morales. Incluso pueden llegar a admitir lo encomiable de un valor moral (la generosidad, la entrega de la propia vida, la sencillez de vida) pero se sienten más atraídos por valores extra-morales, como el ingenio, la elegancia, la inteligencia o el encanto.
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