La defensa de la dignidad de la mujer, en su diferencia, no es patrimonio de grupos feministas. Se trata de reivindicación de toda la sociedad occidental desde la aparición del cristianismo, cuyas primeras comunidades fueron las primeras que defendieron desde hace dos mil años, y frente a todas las demás culturas, la igualdad y dignidad de la mujer.
Uno de los mayores atentados contra esta dignidad sigue sin ser denunciado contundentemente: la utilización y cosificación de mujeres por parte de la industria pornográfica y el silencio social y político al respecto. En España esta cosificación está disfrazada, desde los años 70, de expresiones eufemísticas: primero fue lo del ‘destape’ y las revistas ‘picantes’. Luego aparecieron los ‘contenidos y películas para adultos’, como si se tratase de algo aceptable, aunque reservado a ciertas edades. En todas estas películas y grabaciones, siempre es la mujer tratada como objeto, explotada brutalmente. La expresión ‘actriz porno’ está ocultando historias desgarradoras de abusos sexuales, psíquicos, explotación laboral, deformación de la afectividad y la sexualidad reducida a formas tremendas de brutalidad, y todo utilizado como motor económico (sólo en Estados Unidos esta ‘industria’ mueve más de 20 mil millones de dólares al año y en España 500 millones al año).
Está tan normalizado que nadie critica hechos como que Buenafuente, colaborador de Interviú, promocione el Salón Erótico de Barcelona o que Risto defienda el porno abiertamente, o que cadenas generalistas incluyan películas o programas de este tipo. Y todo ello a sabiendas de que el porno es prostitución pura y dura con cámaras delante. El porno es una pandemia devastadora, pero con la diferencia que ocurre con la complicidad de los políticos y gran parte de la sociedad.
¿Por qué hacemos nosotros esta denuncia? Porque, además del atentado brutal contra la dignidad de las mujeres que se produce de modo masivo en la producción del porno, y que hoy 8 de marzo queremos denunciar, hemos comprobado tras años de acompañamiento los efectos psicológicos y personales devastadores en matrimonios, parejas, personas.
El consumo habitual de porno perturba profundamente su relación con los demás y su relación consigo mismo. Dado que es intensamente adictivo afecta a la bioquímica cerebral, a los comportamientos, a las habilidades sociales. Bloquea la afectividad, debilita la voluntad y oscurece la inteligencia hasta límites extraordinarios. Las personas afectadas por el consumo de porno necesitan un acompañamiento personal para ayudarles a restablecer su salud integral. No es posible salir sólo. El acompañamiento se `presenta como elemento imprescindible para salir de esta adicción y para dejar de ser cómplice de esta industria asesina.