Siempre me llamó la atención la osadía y mendacidad de aquellos métodos ‘mágicos’ para aprender idiomas que aseguraban que aprenderíamos alemán o japones en diez lecciones y ‘sin esfuerzo’. En el mismo sentido, otros proponen métodos de adelgazamiento sin ayuno, sin restricción y sin esfuerzo; otros prometen mejoría del estado físico sin hacer movimientos ni esfuerzos físicos….
Todas estas promesas son una ingenuidad y, en el peor de los casos, de un engaño. El crecimiento y la mejora en cualquier ámbito exigen esfuerzo, entrenamiento, ascetismo.
Ascender una montaña siempre nunca se hace cuesta abajo.
En el mismo sentido, cualquier método, terapia, herramienta o sistema de afrontamiento de problemas personales o psicológicos, de trastornos o perturbaciones anímicas que prometan arreglar todo sin compromiso personal, por caminos fáciles y sin esfuerzo, simplemente prometen una quimera, son un engaño. Quienes acompañamos a otras personas (terapéuticamente, en el coaching, personalmente, educativamente) tenemos que ofrecer esperanza, pero realismo: no hay resultados satisfactorios sin nadar contracorriente, sin saltar corriente arriba. Cuesta esfuerzo, pero al final, se llega a aguas tranquilas y cristalinas. No hay otro camino. Por eso, siempre hay que estar en guardia con los recetarios de soluciones fáciles para la felicidad. La conquista de la felicidad es posible, pero ardua.
En las próximas ocho entradas de este blog propondré el óctuple camino para nadar rio arriba propios de los procesos de sanación y maduración profundas. Tras leerlos, quien pueda, descubrirá una estructura oculta más allá de lo escrito.
En síntesis: En el arte del acompañamiento, al igual que en el coaching, no hay resultados satisfactorios sin nadar contracorriente. No hay sanación ni maduración sin nadar corriente arriba.